Relación de maravillas y prodigios de la Virgen de la Barca de Muxía (I)

(( RAFAEL LEMA)) En la historia del santuario de la Virxe da Barca de Muxía destaca el mecenazgo de los señores de las torres de Cereixo, en Vimianzo. Un apoyo fundamental -y no ponderado en su justa medida-, desde los primeros hidalgos de la casa, los Calo y Carantoña, dueños de propiedades en la villa marinera y patronos de capillas e iglesias en el arciprestazgo de Nemancos. Proceden de los dos lugares del mismo nombre, Calo y Carantoña, en Vimianzo.

Orígenes del santuario de Muxía

De una casa en ruinas de esta familia hidalga, vasallos fieles y destacados de los condes de Altamira, en el abra de Muxía, procederán las piedras que dan inicio a la construcción del actual santuario; lo mismo que las torres solariegas de Carantoña se trasladan a la obra del magnífico pazo de Cereixo, en donde podemos observar los primitivos escudos del linaje.

Sus descendientes seguirán esta labor de patronazgo religioso, y a ellos (más bien a ellas, las mujeres de la casa) debemos la construcción desde sus cimientos del actual templo muxiano, y sus mejores joyas. Así, la iniciativa de la obra del actual santuario, parte de una ilustre benefactora, que residió y murió en Cereixo en 1696, doña Aldonza de Castro.

Su hija, la condesa María Teresa Taboada, y su marido el conde de Maceda, Grande de España, igualmente usarán el pazo de Cereixo como residencia de verano, en uno de los caminos de peregrinación ancestral a Muxía.

Y en «su santuario» serán enterrados algunos de sus miembros, como los propios condes de Maceda. Patrocinan asimismo otro santuario vinculado a la romería de A Barca, como testifican sus libros, el de A Guadalupe en Ponte do Porto, patrona de las palilleiras.

Al matrimonio formado por Juan Taboada Rivadeneira, señor de la casa de Taboada, y Aldonza de Castro Villamarín, hija de los señores de Villamarin y señora de las torres de Cereixo, se debe pues la iniciativa de recuperar el santuario de la Virxe da Barca de Muxía, pero la muerte del varón en 1687 frena la manda.

Revista San Pedro de Mezonzo-1947

Construcción del actual templo

Será la hija de ambos, María Teresa Taboada Villamarín, quien prosiga con las disposiciones de sus padres y tras la boda con el conde de Maceda, José Benito de Lanzós, concluya la construcción del actual templo y lo dote. A los nobles le debemos el desaparecido retablo de Miguel de Romay. Los magníficos condes (de Maceda, Taboada, Frigilana y Aguilar) seguirán vinculados al santuario muxiano y a otras iniciativas de apoyo al culto mariano en sus señoríos.

Pero los nobles, encumbrados y enriquecidos tras la Guerra de Sucesión por el rey borbón Felipe V, no sólo darán un empuje fundamental a las obras en 1717 sino que fomentarán su culto, por medio de la mejor propaganda de la época, las ediciones de relaciones de milagros. Y en esta acción cabe destacar una curiosa obra anónima, editada por Diego Martínez Abad en Madrid, en 1719, que sirve a los intereses de la promoción del santuario y en la proclamación de los milagros de su advocación, como santa más «milagrera» que ninguna, en pleno proceso de construcción del edificio.

Un libro singular, en su aportación de datos, como ejemplo de la religiosidad de su época y también curioso por su largo título. Se trata de la «Relación Verídica y autenticada por autoridad del Ordinario de la Ciudad, y Arzobispado del señor Santiago, unico Patrón de España.

De las Maravillas, Prodigios y Milagros que Nuestro Señors obra y ha obrado por medio de la Devotísima Imagen de Nª Sª de la Barca, colocada en su capilla, que está a orilla del Mar, y distante como dos tiros de mosquete de la Iglesia Parroquial de la Villa de Mugia, en el Reyno de Galicia, Arzobispado de Santiago. La qual da a luz un devoto de la misma Reyna de los Ángeles, Madre de Dios, y de los hombres, María Santíssima, para consuelo de sus devotos, y mayor veneracion de esta Soberana Señora». El autor es «un devoto», del que no conocemos su nombre.

Pero suponemos que detrás del anonimato se encuentra el canónigo de Santiago Phelipe Diego de Santa María y Salazar. Al que ayudaría a recopilar datos algún otro amanuense, o «negro». Por ejemplo, el pontecesán Diego Romero de Moscoso. El linaje de Santa María y Salazar procede de Motril, y un familiar suyo seguirá con su puesto en el Arzobispado de Santiago en 1735, Manuel de Santa María y Salazar.

El texto cuenta con dos aprobaciones y prólogos. El primero a cargo del padre Manuel Garzo de Lassarte, de la Orden de Predicadores, predicador de Su Majestad y prior de la hospedería de Santo Domingo de Madrid, con fecha 19 de mayo de 1719. Destaca el religioso que en la misma «sobresale la grandeza de su autor, juntando en él lo útil y provechoso con lo dulze y gustoso».

Santuario de la Virgen de la Barca de Muxía, centro de milagros

El padre Garzo insiste en la «existencia de esta imagen tan preciosa de Nuestra Señora de la Barca, de que muchos no tienen noticia» e indica que hasta doce veces se ha aparecido la virgen en España ejecutando milagros, «pero este Santuario de Nª. Sª. De la Barca le hizo sin duda centro de las misericordias Divinas; pues se ve toda la Passión de la Magestad de Christo, con todos los instrumentos de ella, estampados en unas conchas, que se crían entre las peñas, que están en la cercanía de la Capilla de esta Imagen Soberana».

El autor incide en la defensa de los divinos simulacros, o sea, las imágenes divinas dentro del aparato milagrero, porque «Para crédito de las imágenes se han visto algunas vezes prodigios mayores».

Y cita reliquias e imágenes veneradas en la Cristiandad, «para que nos aficionemos a buscar en este Simulacro de María Santissima de la Barca, el Archivo de sus maravillas, y el centro de las Divinas misericordias», recordando la «ordinaria vida de todos los Pueblos que assisten a este Santuario de María Santissima de la Barca, tan milagroso, para vivir todos debaxo de su poderoso asylo». En el libro hallarán los lectores «un compendio universal de todos los milagros, para el remedio universal de todos sus devotos». Una obra «muy provechosa para excitar la devocion de las Almas; y para los que tienen gusto, curiosa».

El segundo prólogo es del licenciado don Diego Jacinto Romero de Moscoso y Caamaño, que había sido colegial de Fonseca, de la Universidad de Santiago y en el Mayor de Santa Cruz de Valladolid, canónigo de Tuy, y al presente canónigo magistral de púlpito de la catedral de Santiago.

Sus apellidos no ocultan su relación con la mayor familia noble de la zona, los condes de Altamira, propietarios del castillo de Vimianzo, los más grandes señores del Finisterre. Procede de la casa de Sergude, en Xornes, Ponteceso, que él levantó para que en él viviese su hermano Bernardo, y en donde nació en 1673. Fue rector del colegio de Fonseca en 1696-97.

Autor de la «Oración panegírica festiva en honor a la feliz memoria de don Alonso de Fonseca», de 1697, y de discursos y oratorias. Sus parientes son dueños de pazos cercanos a Muxía, como los de Dor y Porto, en la actual Ponte do Porto. El licenciado cita que la obra se promovió por la voluntad de un devoto, «interviniendo en tan piadoso asunto la inescusable autoridad del licenciado don Phelipe Diego de Santa María y Salazar, canónigo de Santiago, provisor y juez eclesiástico que fue de la misma Ciudad y Arzobispado».

El prologuista afirma que el devoto mecenas de la obra «es glorioso esmalte de su grandeza», «exemplar de la vida mas religiosa», «hijo tan esclarecido de este Reyno que desea que se traslade a otras provincias noticia auténtica de las escelencias con que enriqueció la Providencia Divina esta siempre feliz porción de España, porque no quede pendiente solo de oírlas el voluntario arbitrio de creerlas».

Indica que los prodigios del «Milagroso Santuario de Nuestra Señora de la Barca, y las piedras de aquel feliz terreno venera reverente el fervor christiano» son tantos y tan continuados «que solo testificamos los portentos que hemos visto, y venerado tantos. Nisi videro, non credam».

En la cita a las piedras, como en la anterior a las cruces que forma el mar o se observan en las conchas, encontramos el rastro de la incorporación de las ancestrales prácticas del antiquísimo culto anterior precristiano al círculo de los milagros marianos.

Romería de la Virxe da Barca en 1926- Vida Gallega

Apariciones

La misma leyenda de la aparición de la virgen a Santiago cuenta con milenarios antecedentes en el mundo celta e indoeuropeo (barcas de piedra, piedras balanceantes, señoras del mar o bansees), y la incorporación de la vieira como símbolo es otra apropiación de culto marino (el milenario camino al Finisterre).

Este mismo libro incorpora una preciosa leyenda de la virgen como señora de las bestias, con las que defiende la nación de las naves enemigas. Es la reminiscencia de las diosas de la soberanía (Lupa, Boudica, Britania, Erin), la tierra que se esposa con el rey en los rituales indoarios.

Si en 1544 el santuario estaba destruido y en la iglesia de la Contrareforma muchas voces predicaban para acabar por el sincretismo de cientos de santuarios llenos de restos paganos, el Barroco pone sus ojos en la religiosidad popular, el pietismo, la milagrería.

Y el pueblo vuelve en masa a las procesiones, romerías; a los templos, que se renuevan en arte y grandeza. En la lucha contra los herejes, los enemigos de la patria, los piratas de los mares que atacan la costa gallega, se busca la intercesión de la virgen y los santos. Las piedras paganas de Muxía se convierten ahora en objeto de veneración y marca fiable de los milagros de Nuestra Señora.

Culto a las piedras de Muxía

El licenciado Romero de Moscoso usa el aparato de los textos bíblicos para reivindicar el culto a las piedras en varias páginas de su extenso prólogo. Cita las tablas de Moisés, como principal ejemplo, indicando que «son muchas las piedras que con religiosa admiración, venera la Catholica Piedad».

E incide en que Paulo III examinó en Rabena el portento de una piedra en la que se vía una figura natural de un sacerdote en el sacrificio de la misa, elevando la hostia. Ahora las piedras paganas, germen y base de la romería popular muxiana, ya no son un problema sino una señal de Dios, por ello el autor subraya que es «nuestra España de estas piedras feliz fecunda Mina, que como religiosos monumentos se veneran Catholicos trassumptos de los Dogmas de la Ley de Gracia, ó Tablas, en que la Omnipotencia dibuxó geroglificos visibles de sus Altos Mysterios inefables».

La obra es semejante a la «Colección de Milagros de Nuestra Señora de Pastoriza«, que trata de un mayor número de milagros en el mismo espacio temporal, algunos similares a los de A Barca, y en gran medida referidos a naufragios o a la defensa contra los enemigos del momento, moros y herejes.

foto de portada- Diario de Bergantiños – El Ideal Gallego

ESTE ES EL HIMNO DE LA VIRGEN DE LA BARCA

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